La población mundial es hoy tres veces mayor a la que teníamos a mediados del SXX y se estima que lleguemos a los 2500 millones de personas en 2050. Es una realidad que nuestro sistema alimentario debe adaptarse a este crecimiento y encontrar alternativas que aseguren su sostenibilidad para poder alimentar a todos y hacerlo adecuadamente.
El desarrollo de proteínas alternativas, entre las que la carne cultivada está llamada a desempeñar un importante papel, es una de las apuestas más prometedoras para hacer frente a este importante desafío.
Pero a medida que avanzamos en el desarrollo de nuevas formas de alimentación más sostenibles, es esencial trabajar para evitar el desperdicio alimentario y adquirir hábitos que nos ayuden a aprovechar lo que tenemos disponible.
Según datos de la FAO, en todo el mundo, un 14% de los alimentos, con un valor estimado de 400 000 millones de dólares, se pierde entre la cosecha y la distribución. Otro 17% se desperdicia en la distribución y entre los consumidores finales, tal y como señala la PNMUMA.
La U.S. Food and Drug Administration (FDA), el U.S. Department of Agriculture (USDA) y la U.S. Environmental Protection Agency (EPA) publicaron recientemente el borrador de una Estrategia nacional para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en los Estados Unidos.
Su objetivo es reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en los Estados Unidos en un 50 % para 2030, en una acción de colaboración de las tres agencias para construir un futuro más sostenible.
Tal y como informa WWF, los estadounidenses desperdician un tercio de todos los alimentos producidos o importados a Estados Unidos. Al desperdiciar alimentos, cada año también se está desperdiciando el 20% del agua y tierra utilizados para su producción. Además, este desperdicio genera 270 millones de toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero, el equivalente a lo que emiten 58 millones de automóviles en un año. La organización medioambiental ya indica que, si se recuperara solo el 30% de esta comida desperdiciada, se podría alimentar a los cerca de 50 millones de personas que enfrentan inseguridad alimentaria en ese país.

Por su parte, en España se ha aprobado en enero un proyecto de Ley pionera contra el desperdicio alimentario, que fomenta actuaciones para evitar la pérdida de alimentos en toda la cadena alimentaria, desde la cosecha hasta el consumo. En 2022, los datos indicaban que, en todo el país, se tiraron a la basura 1,17 millones de toneladas de comida y cada hogar desperdició una media de 65,5 kilos de alimentos o bebidas.
El desperdicio alimentario no solo agota los recursos naturales, sino que también contribuye al cambio climático y afecta negativamente a la economía global.
El ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España indica que sus causas están relacionadas con errores en la planificación y calendario de cosecha, empleo de prácticas de producción y manipulación inadecuadas, deficiencia en las condiciones de almacenamiento, malas técnicas de venta al por menor y prácticas de los proveedores de servicios, y comportamiento inapropiado de los consumidores.
Así, a nivel particular, cada uno de nosotros podemos llevar a cabo pequeñas acciones cotidianas, que contribuyan a que este impacto sea menor. Como por ejemplo:
1. Planificar bien las comidas:
Una de las formas más efectivas de reducir el desperdicio alimentario es planificar las comidas con anticipación. Hacer una lista de la compra ajustada a lo que planeamos comer minimiza la posibilidad de que los alimentos se echen a perder.
2. Almacenar adecuadamente:
Un almacenamiento adecuado es esencial para mantener y prolongar la vida de los alimentos. Es muy útil utilizar contenedores herméticos y bolsas de almacenamiento para conservar la frescura de los productos perecederos, y etiquetar los alimentos con fechas de caducidad para facilitar la identificación.
3. Aprovechar las sobras:
En lugar de desecharlas, las sobras se pueden integrar en nuevas recetas. La creatividad en la cocina no solo reduce el desperdicio, sino que también brinda variedad a las comidas.
4. Comprar a granel y con conciencia:
Se puede optar por comprar productos a granel cuando sea posible, ya que esto reduce el uso de envases y embalajes innecesarios. Además, elegir productos que tengan una vida útil más larga y consumir primero aquellos que caducan pronto es una buena forma de evitar tirar a la basura la comida.
5. Compostaje:
Para los restos de alimentos que no se pueden consumir ni transformar en nuevas recetas, el compostaje es una excelente opción. El compostaje convierte los residuos de cocina en abono orgánico, que puede utilizarse para enriquecer la tierra y mejorar la calidad del suelo.
6. Trabajar la educación y concienciación:
Aprender sobre la cadena de suministro de alimentos, entender la diferencia entre «fecha de caducidad» y «fecha de consumo preferente», y conocer las consecuencias ambientales y sociales del desperdicio alimentario son pasos esenciales para tomar decisiones informadas.
7. Servir porciones moderadas:
Servir porciones moderadas durante las comidas ayuda a evitar el exceso de alimentos en el plato, lo que a su vez reduce la cantidad de restos. Siempre se puede servir más si aún tienes hambre, pero es más difícil remediar el exceso de comida en el plato una vez que ha sido servido.
8. Donar alimentos:
Se puede considerar la posibilidad de donar alimentos no perecederos y no utilizados a bancos de alimentos locales. Muchas organizaciones aceptan donaciones de alimentos no abiertos y no caducados para ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad.
En resumen, cada elección que hacemos en relación con los alimentos puede marcar la diferencia. Por eso, elegir aquellos coherentes con un sistema respetuoso con el planeta y adoptar hábitos conscientes, educándose sobre el impacto del desperdicio alimentario y fomentando un cambio cultural hacia la sostenibilidad, son pasos fundamentales para construir un mundo donde todos podamos alimentarnos bien.